Del mismo modo que en las estancias del interior de la casa, los espacios del exterior se pueden renovar con solo una mano de pintura. Y, en este caso, el esquema cromático también juega un papel fundamental: una misma terraza o un mismo balcón no luce igual de un color que de otro. ¿Queréis saber cómo acertar en esta elección?

Blanco:

Sin duda, es uno de los tonos más empleados. Entre sus beneficios se cuentan su capacidad para repeler el calor y sus infinitas posibilidades para combinarse con otros colores. Sin embargo, todo tiene su lado negativo: la alta luminosidad puede resultar incómoda cuando la luz se refleja directamente en la superficie. Por ello, es recomendable usarlo en aquellas zonas que tengan sombra natural o artificial. Si se cumple este requisito, es un acierto seguro.

Gama cálida:

Se suele imaginar una terraza o balcón de verano con esta paleta de colores y no es de extrañar, ya que transmiten vitalidad y potencian la luz. Su aplicación es ideal cuando se trata de un espacio amplio, de manera que ambas ventajas no se convierten en un inconveniente: el agobio. Si no se dispone de muchos metros cuadrados, se pueden emplear los tonos en su versión más viva en una pared y acompañarlos de sus equivalentes más suaves en las restantes.

Gama fría:

Aunque no suelen ser habituales, lo cierto es que estos tonos quedan muy bien en aquellos exteriores más expuestos a las altas temperaturas, porque aportan una sensación de frescor. Con vistas a evitar que esta capacidad se traduzca en una decoración poco agradable, lo mejor es utilizarlos en clave pastel, como también combinarlos con colores neutros para contrarrestar su efecto.

 

Recordad que siempre hay que emplear pinturas específicas para exterior y tener en cuenta las condiciones meteorológicas de la zona tanto para trabajar las paredes como para escoger tratamientos adecuados que garanticen su buen mantenimiento.